A las nueve en punto de la noche, cuando consideré que el agua había alcanzado ya el nivel preciso para desafiar a Arquímides sin llegar a poner sus cálculos en entredicho, cerré el grifo y me dirigí al armarito que, en días horribles -como había sido aquél, sin ir más lejos-, se burlaba de mí por llevar todo el camino de convertirme en una vieja solterona clásica, más penosa aún, mucho más prescindible para el género humano que esas funcionarias cuarentonas, separadas ya de antiguo, que salen por parejas los viernes por la noche para precipitarse sobre el primer conocido que encuentran y preguntarle si está viviendo solo o ha traído a su mujer.
Del libro de cuentos "Modelos de mujer" de Almudena Grandes
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